sábado, 14 de enero de 2012

Ir de rebajas...y acabar en pelotas: Tangas de invierno.

Seguro que al leer esto la mayor parte de la gente ha pensado lo evidente: este tío le ha metido caña a la VISA hasta el punto de que ha tenido que dejar en prenda hasta los calzoncillos para pagar la última compra.

Bueno, la penúltima. Para pagar la última siempre te queda la opción de vender tu cuerpo (y conozco gente que se lo plantearía muy seriamente si en el Zara permitieran pagar así). Claro, que si eres como yo, poco agraciado, en vez de llevarte la compra lo más probable es que te lleves una somanta de leches. No por pervertido, sino por desagradable. Los espejos, como el algodón, no engañan.

Pero no hablemos del sentido del humor que tuvo Dios conmigo el día que me hizo. Todos sabemos que trabajar con resaca es malo, y el Santísimo la noche anterior había tenido la despedida de soltero de un cuñado.  Y se complicó, se complicó...y luego me hizo a mí en pleno bajón. Dejémoslo.

Volviendo a la historia...si bien la idea de irme en pelotas del Zara me va a quitar el sueño mucho tiempo...he de decir que esta anécdota no tiene que ver nada con la VISA, y sí con las bolsas estas de papel que ahora dan en las tiendas de ropa, sobre todo en las caras.

Esto sucedió hace ya meses, en una de las mil campañas de rebajas que ha habido este año. Tantas ha habido, que cuando paso por una tienda y no veo un cartel de REBAJAS, DESCUENTOS, LIQUIDACIÓN...hasta me sabe mal y pienso "qué sobraos".

Fue uno de los primeros días que dejó de hacer frío, así que sería por abril o mayo. Algo así.

Iba yo con mi mujer por la calle, no por acompañarla sino porque su VISA me había pedido protección policial ya que temía por su integridad física. Ahí estaba yo, tirándome en plan Kevincostner en El Guardaespaldas, para evitar que los malvados TPV de pago hicieran daño a mi VISA, y andábamos paseando por la zaragozana zona de la Plaza de Los Sitios, donde hay cienes de tiendas carísimas. De esas que si pasas lo suficientemente cerca del escaparate, te cargan 3 € en la tarjeta de crédito.

No sé qué pintábamos por allí, porque cuando intentamos entrar en esas tiendas pijas, las dependientas nos tiran piedras. Como dice un amigo, "olemos a pobre".

El caso es que estábamos por allí. Aparentando.

Unos 20 metros por delante de nosotros vemos salir de una tienda de esas que dan miedo, de las que das un rodeo para no pasar cerca (3 € por pasar cerca del escaparate, recordad), una señora de unos 40 años que, por decirlo claramente, estaba la tipa espectacularmente bien. No lo digo yo, lo dijo mi mujer. La señora aparentaba los años que tenía, pero tenía un tipazo, llevaba un vestido como de raso que decía "CUESTOUNHUEVO", bastante corto y...la señora tenía unas piernas impresionantes.

(No estoy recreándome en ello; es importante para la historia).

Nosotros nos paramos en el escaparate para decir algo así como "¿¿¿de verdad alguien paga 400 € por un bolso???" o similar, mientras intentaba arrastrar a mi mujer BIEN LEJOS, así que la señora esta nos sacó unos metros de ventaja. Iba cargadísima de bolsas, que llevaba colgadas en el brazo derecho.

Las mujeres que leen este blog igual ya se han hecho una idea: un vestido de raso, cortísimo...y unas bolsas colgadas en el brazo rozando el vestido...la cosa tiene su peligro.

Efectivamente: conforme iba andando, las bolsas de cartón iban subiendo centímetro a centímetro el vestido de la señora. El centímetro pasó a ser cuatro dedos.

Mi mujer me avisa de ello (como si yo no me estuviera fijando, ejem) y me dice

- Cuanto note el viento fresco en cierta zona, se dará cuenta.

El caso es que porque quizá porque era un día en que ya hacía calorcillo, porque la señora tenía el culo de cartón piedra o porque el tanga que llevaba era térmico...la tía no se daba cuenta.

Así que cuando, os lo juro, tenía gran parte del moflete derecho a la fresca...hasta el punto de que se le veía el tanga (durante un rato pensábamos que ni llevaba ropa interior)...y con la calle abarrotada de gente, le digo a mi mujer

- Joder, Carmen...dile algo a la pobre que estoy empezando a dejar de disfrutar con la vista y me está empezando a dar pena.

Ella me dice que le da corte, que no sabe cómo decírselo

- O se lo dices tú, tía, o se lo digo

Y ahí metió la pata. Me dijo:

- No tienes huevos.

Huyyyy, lo que me ha dicho mi mujer. Huy, que ha dudado de mi virilidad. Con lo macho que soy yo y las uñas tan estupendas que me han dejado en la manicura...

Así que aceleré esos metros de distancia, le toqué en el hombro y le dije

- Disculpe que la moleste...pero lleva la parte trasera del vestido subida hasta la cintura.

Iba a hacer un comentario gracioso también, pero viendo el cambio de cara de la pobre mujer, decidí meterme la gracia en un sitio que no voy a decir.

Se bajó el vestido como pudo, que hay que ver lo difíciles que son la cosas fáciles cuando uno las hace cuando si le fuera la vida en ello.

Mi mujer nos alcanzó y seguimos adelante, con la sonrisa en los labios. Mi mujer destacaba, una vez más, la poca vergüenza que tengo para según qué cosas.

Y al rato oímos que nos dicen por detrás

- Muchas gracias -

La mujer, roja como un tomate, nos dedicó una sonrisa cómplice. ¿He dicho ya que era muy guapa?

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